martes, 13 de julio de 2010

La vida como las películas...

Muchas de las historias, llamadas vidas, de las cuales he sido partícipe, bien pudieran ser catalogadas como películas. Creo muy personalmente que toda vida que pase por esta tierra bien podría inspirar a cualquier respetado director a crear una buena película. Quizás unas más del estilo de Tim Burton, con un constante tono lúgubre y oscuro, otras con rasgos de James Cameron, impregnadas de atardeceres románticos y rojos...pero al final de la vida, todas como películas.
Mi película sin lugar a dudas sería entre una comedia romántica o un drama romántico...si es que la categoría existe. No he negado en ningún momento la amplia cursileria que me persigue y de la cual eventualmente me dejo cazar, y siempre he andado por la vida sabiéndome protagonista de la buena historia que Gracias a Dios me ha correspondido vivir...sin embargo hace unos días un pensamiento asaltó el silencio en mi cabeza (silencio que suele ser la excepción, no la regla).
Todos andamos siempre siendo protagonistas de nuestras propias vidas, sin embargo, necesariamente nosotros hemos de ser extras (hemos sido la persona con la cual alguien se tropieza en la calle), actores de reparto (en la vida de esas personas que alguna vez nos conocieron y hoy sólo difícilmente recuerdan nuestros nombres), escritores (con las personas que vivimos más tiempo y las cuales toman en cuenta nuestras opiniones) o directores (como nuestros padres, abuelos o tíos, que han marcado tan claramente el sentido de nuestras vidas, nuestras creencias, nuestros pensamientos) de la vida de los que nos rodean.
No sé si recuerdan esa parte de las películas románticas y de esa índole donde el tipo o la tipa están conociendo personas hasta que encuentra al amor de su vida y entonces son felices por siempre (eso o encuentran el divorcio express o algo por el estilo). Siempre nos creemos ese tipo o esa tipa, Julieta o Romeo en búsqueda del perfecto romance, la correcta historia de amor (o bueno quizás de acción, dependiendo del chiste de nuestras películas), sin embargo...¿qué pasa cuando no es así? ¿qué pasa cuando somos la fastidiosa cita que el protagonista de otra historia anhela prontamente terminar? nunca lo había contemplado. Es más, cuántas veces no han pasado esos extras nefastos por nuestras propias historias? Esa indeseable e intensa cita que no sabemos en verdad cómo acabar...esa persona cuyos mensajes la verdad no queremos responder...todo en esta vida se regresa, ¿no?
La verdad sólo es un pensamiento...que me cambió la forma de ver el trato a mis extras (o actores, directores, lo que sea)...ya no se vale tratar mal a alguno de los que participe hasta de la más "insignificante" forma en mi película.