jueves, 11 de agosto de 2011

Él solo lo hizo...

Esta tarde entré a mi casa y pensé de verdad que sería una como tantas tardes en las que perdería un poco de tiempo en el computador o descansando. Tengo que reconocer que últimamente había estado especialmente irritable. Al manejar o en mi trato con mi familia, en el día a día, en el trabajo, en general. No de histérica loca, pero sí un poco más sensible de lo normal (sépase que siempre he sido alguien sensible...hey! sin comentarios al respecto! jaja) No es una irritabilidad que se perciba a primera vista, algo que un desconocido pudiese reconocer en mi discurso o actuar...es una de esas irritabilidades tácitas que como cuchillo de palo, como tijera sin filo, como (hagase la referencia familiar más pertinente), que no corta, no es continuamente penetrante y tajante, sin embargo, poco a poco desgasta aquello que tanto toca.
Creo que esta irritabilidad se estaba convirtiendo de hecho en un síntoma en mi cuerpo, generándome malestares importantes. El punto es que era una carga pesada que descansaba en mis hombros hacía un tiempo considerable y, aunque no me dejaba inútil, sí me fastidiaba considerablemente y más que nada me desgastaba.
Esto, aunado a problemas que estuve teniendo con tantas partes de mi carácter, quizás reflejados en muchos de mis escritos, hoy explotó de la manera más inesperada.
Estaba tratando de hacer unos reportes para mi trabajo, que quería mandar hoy mismo, pero a quien engaño, no lo conseguí, porque me distraje y perdí tiempo. Lo que sucede es que mi computador decidió actualizarse repentinamente, mientras yo leía algunas cosas en internet. Esto me ha podido enojar de una forma ridícula. Enloquecí por unos instantes, caí en la tan inclemente autoconmiseración repentina, empecé a juzgarme y a culparme porque todo siempre me sale mal, e hice, No una TORMENTA, en un vaso de agua, sino un santo Huracán categoría 1000.
Hace mucho no sentía tanto enojo irracional por una estupidez, y me puse a pensar en qué carambas estaba pasando para que yo reaccionara así (cosa que jamás hago...pero hoy decidí hacer). Me encontré con una serie infinita de momentos de enojo y frustración que venían y se iban repentinamente a lo largo de mis días. Nunca me había sentado a pensar en ellos, pero de pronto ahí vinieron todos juntos, aglomerados, como parvada o algo por el estilo, directo a mis pensamientos.
Mi computadora se apagó, dejó de funcionar, y siempre que hace eso, me toma un tiempo muy considerable reiniciarla. Me di por vencida y en mi ser (toda yo) supe que tenía que ir a orar. Simplemente lo supe, NO quería hacerlo, es más, el viento mismo de una corriente repentina que entró por la ventana de mi hermano casi que me arrastró a lo que mis padres han bautizado como cuarto de oración. Entré y caí de rodillas...lloré como hace mucho no lloraba. Lloré con el corazón, con la mente y con mi cuerpo. Cada uno de mis músculos lloraba. Lloré y dejé mis lágrimas en cada metro cuadrado de esa recámara. Lloré y no me pude detener durante unos 30 minutos, fácilmente.
Creo que hace mucho no me sentía tan libre. Lloré y lloré. Lloré y recordé orígenes, recordé tristezas pasadas, y las dejé junto a mis lágrimas. Lloré y lloré.
Creo que muchas veces esperamos que alguien llegue y sobrenaturalmente extirpe de nosotros nuestras peores tristezas y nuestros más grandes temores. Ese alguien tiene que ser merecedor de nuestro respeto y posiblemente reconocido por muchos como para que tenga validez. Quizás un sicólogo, un padre, un pastor, un cura, un "alguien".
Algo que empecé a admirar hace poco de los judios es su capacidad de asimilar a Dios como un ser completamente ajeno de cualquier cosa que pudiesemos ver, puesto que todo lo que vemos es creado y Él es el Creador. Nada de lo que hace lo representa exactamente, sin embargo una fracción, Su esencia, Su carácter, nos es revelado a través de toda su obra y creación.
Él trasciende por completo, supera por mucho, cualquiera de nuestras mejores palabras, mejores intensiones, geniales pensamientos, sin embargo, hoy ÉL me sanó.
No, no fue un medicamento, un psicólogo, un alguien reconocido, fue Él porque sí.
Él siempre ha querido y hasta hoy lo dejé...Él sólo me sanó...Él sólo lo hizo.

Sí, Él sólo lo hizo...